Vamos a realizar un análisis del
pudor.
El pudor se encuentra emocionalmente en el terreno
de la vergüenza y , mas exactamente , en la familia del miedo .
La vergüenza es el miedo sobre uno mismo, miedo
porque nos sentimos expuestos o también porque nos sentimos
inadecuados para la situación.
La vergüenza es muy general y en su familia
emocional se encuentran tanto la timidez como el pudor.
La timidez, en la acepción común de la palabra ,
contiene elementos negativos para el desarrollo personal como una
excesiva sensibilidad que lleva al retraimiento en acciones que
realmente podríamos realizar y, por ello, nos limita.
Desde el punto de vista psicológico, la timidez
sería un patrón emocional, donde se encuentran vinculados de forma
rígida:
situación-emoción (vergüenza)-conducta
(retraimiento).
El pudor, por su parte, se refiere a los valores
personales en general y consiste en esa emoción que nos lleva a ser
prudentes en la manifestación a otros.
No contamos ni exponemos las cosas personales e
íntimas a no ser a determinadas personas en las que confiamos.
El pudor es , sencillamente , la emoción que
detecta que se está pasando la frontera de lo que consideramos
(emocionalmente) nuestra intimidad por lo que es el guardia emocional
de nuestra frontera personal.
Tener pudor significa una valoración de nuestra
intimidad con respecto a su exposición social que nos lleva a
decidir cuándo manifestarla y cuándo no.
Desde este punto de vista es una emoción
eminentemente positiva en la custodia de la intimidad y también lo
es con referencia a la valoración que la persona hace de si misma.
Valorar la propia intimidad y valorar la persona se
identifican.
El pudor tiene mucho que ver con las barreras
sociales, algo que tiene un fuerte aprendizaje desde muy pequeños:
no hablar con extraños
no comunicar ciertas cosas
qué hay que comunicar y qué no,
no mirar directamente a los ojos a desconocidos,
etc.
De este modo la parte más importante de la
socialización viene regulada por el pudor y sometida a un
aprendizaje que la fija fuertemente en la conducta.
Desinhibirse, saltarse esas barreras es algo que
solo nos permitimos, y permitimos a los demás, en determinadas
situaciones.
Este aspecto del pudor tiene una fuerte
importancia para el desarrollo personal.
El pudor no se refiere sólo a los valores sexuales,
a la intimidad sexual, pero es evidente que esta tiene una
importancia grande en el terreno del pudor, tanto que a veces sólo
se considera como un valor ligado a los valores sexuales.
Para nosotros, el hecho de que el pudor se encuentre
ligado a los valores sexuales implica que, en la jerarquía
personal de valores, la sexualidad es central, en realidad lo más
importante si tenemos en cuenta que es lo primero que protegemos y
que cuidamos mucho cuando los ofrecemos.
Evidentemente esta jerarquía se aplica
principalmente a nivel instintivo y emocional (los dos primeros
niveles de la persona de que hemos hablado), por lo tanto, muchas
veces de modo subconsciente.
Por ejemplo, desde el punto de vista del lenguaje
corporal resulta claro que nuestra preocupación primera desde el
punto de vista instintivo es: o no ofrecer lo sexual o ser muy
conscientes de cuando realizamos esa oferta.
El pudor es clave precisamente porque regula la
intervención en las relaciones de este punto central para la
persona, y la misma ambigüedad que tiene el pudor que se refiere
tanto a la intimidad como a la intimidad sexual, lo tiene la
concepción de la intimidad, que encuentra en su centro con la
intimidad sexual como su elemento más importante desde el punto de
vista de la percepción del sujeto, entendiendo esta en su sentido
global, es decir la que resulta de los tres niveles personales:
instintivo
emocional
racional.
De la relación entre pudor y sexualidad habla el
hecho de que el pudor irrumpe con fuerza en la adolescencia junto con
la aparición de los valores sexuales.
El niño no tiene tanta conciencia de la propia
intimidad y, por ejemplo, sus juguetes tanto los deja en su
habitación, como en cualquier lugar de la casa, no tiene una
referencia a un lugar propio diferenciado del de sus padres,
enseñarle ese lugar se convierte en tarea educativa.
También considera suya cualquier cosa que
pertenezca al hogar familiar.
Por el contrario en la adolescencia esta idea de
intimidad surge con fuerza y la adolescente grita que quiere una
habitación para ella sola donde no entre nadie más.
Surge agudamente la conciencia de que hay cosas que
no queremos mostrar y que restringimos a determinadas personas.
Nuestras posturas corporales se relacionan siempre,
aunque normalmente de modo no consciente, con el pudor, pues tendemos
a proteger la parte de nuestro cuerpo que más sentimos expuesta
desde el punto de vista de la intimidad, que es precisamente la parte
inferior del tronco, la directamente relacionada con la sexualidad.
Esa es una parte capital de nuestra comunicación
corporal.
Si por el contrario estamos en situación de
apertura hacia una persona, sencillamente de apertura, no
necesariamente de apertura sexual, tendemos a ofrecer, por ejemplo,
la cara interior de la pierna como signo de esa apertura.
Es decir nos giramos hacia aquel o aquella hacia
quien estamos abiertos.
Es muy interesante fijarse en todos estos
movimientos que tienen que ver con el lenguaje corporal y
relacionarlos con el tema del pudor que estamos exponiendo.
Su sencilla observación pone de relieve la
centralidad de la sexualidad en nuestro lenguaje corporal, mientras
que nos permitimos muchas menos concesiones en este sentido en el
lenguaje verbal, o mejor las concesiones en el lenguaje verbal están
muy reguladas por la educación social y el consciente.
Las posturas corporales también están reguladas
por la educación referente a la expresión social de la sexualidad,
especialmente para las mujeres, que reciben toda una educación, que
se torna inconsciente con el aprendizaje, de cómo poner las piernas,
por ejemplo, al sentarse.
La revolución sexual de los años 60 del siglo XX
ha incidido fuertemente en estos aspectos, permitiendo verdaderamente
un cambio y un nuevo papel de la mujer en la sociedad, hasta ese
momento fuertemente limitado.
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