sábado, 10 de febrero de 2018

El pudor, la sexualidad y la identidad personal

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Vamos a realizar un análisis del pudor. 

El pudor se encuentra emocionalmente en el terreno de la vergüenza y , mas exactamente , en la familia del miedo . 

La vergüenza es el miedo sobre uno mismo, miedo porque nos sentimos expuestos o también porque nos sentimos inadecuados para la situación. 

La vergüenza es muy general y en su familia emocional se encuentran tanto la timidez como el pudor. 

La timidez, en la acepción común de la palabra , contiene elementos negativos para el desarrollo personal como una excesiva sensibilidad que lleva al retraimiento en acciones que realmente podríamos realizar y, por ello, nos limita. 

Desde el punto de vista psicológico, la timidez sería un patrón emocional, donde se encuentran vinculados de forma rígida: 

situación-emoción (vergüenza)-conducta (retraimiento).

El pudor, por su parte, se refiere a los valores personales en general y consiste en esa emoción que nos lleva a ser prudentes en la manifestación a otros. 

No contamos ni exponemos las cosas personales e íntimas a no ser a determinadas personas en las que confiamos. 

El pudor es , sencillamente , la emoción que detecta que se está pasando la frontera de lo que consideramos (emocionalmente) nuestra intimidad por lo que es el guardia emocional de nuestra frontera personal.
Tener pudor significa una valoración de nuestra intimidad con respecto a su exposición social que nos lleva a decidir cuándo manifestarla y cuándo no. 

Desde este punto de vista es una emoción eminentemente positiva en la custodia de la intimidad y también lo es con referencia a la valoración que la persona hace de si misma. 

Valorar la propia intimidad y valorar la persona se identifican.

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El pudor tiene mucho que ver con las barreras sociales, algo que tiene un fuerte aprendizaje desde muy pequeños: 

no hablar con extraños

no comunicar ciertas cosas

qué hay que comunicar y qué no, 

no mirar directamente a los ojos a desconocidos, etc. 

De este modo la parte más importante de la socialización viene regulada por el pudor y sometida a un aprendizaje que la fija fuertemente en la conducta.

Desinhibirse, saltarse esas barreras es algo que solo nos permitimos, y permitimos a los demás, en determinadas situaciones. 

Este aspecto del pudor tiene una fuerte  importancia para el desarrollo personal.

El pudor no se refiere sólo a los valores sexuales, a la intimidad sexual, pero es evidente que esta tiene una importancia grande en el terreno del pudor, tanto que a veces sólo se considera como un valor ligado a los valores sexuales. 

Para nosotros, el hecho de que el pudor se encuentre  ligado a los valores sexuales implica que, en la jerarquía personal de valores, la sexualidad es central, en realidad lo más importante si tenemos en cuenta que es lo primero que protegemos y que cuidamos mucho cuando los ofrecemos.

Evidentemente esta jerarquía se aplica principalmente a nivel instintivo y emocional (los dos primeros niveles de la persona de que hemos hablado), por lo tanto, muchas veces de modo subconsciente.

Por ejemplo, desde el punto de vista del lenguaje corporal resulta claro que nuestra preocupación primera desde el punto de vista instintivo es: o no ofrecer lo sexual o ser muy conscientes de cuando realizamos esa oferta. 

El pudor es clave precisamente porque regula la intervención en las relaciones de este punto central para la persona, y la misma ambigüedad que tiene el pudor que se refiere tanto a la intimidad como a la intimidad sexual, lo tiene la concepción de la intimidad, que encuentra en su centro con la intimidad sexual como su elemento más importante desde el punto de vista de la percepción del sujeto, entendiendo esta en su sentido global, es decir la que resulta de los tres niveles personales:

instintivo

emocional 

racional.

De la relación entre pudor y sexualidad habla el hecho de que el pudor irrumpe con fuerza en la adolescencia junto con la aparición de los valores sexuales.

El niño no tiene tanta conciencia de la propia intimidad y, por ejemplo, sus juguetes tanto los deja en su habitación, como en cualquier lugar de la casa, no tiene una referencia a un lugar propio diferenciado del de sus padres, enseñarle ese lugar se convierte en tarea educativa.

También considera suya cualquier cosa que pertenezca al hogar familiar. 

Por el contrario en la adolescencia esta idea de intimidad surge con fuerza y la adolescente grita que quiere una habitación para ella sola donde no entre nadie más. 

Surge agudamente la conciencia de que hay cosas que no queremos mostrar y que restringimos a determinadas personas. 

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Nuestras posturas corporales se relacionan siempre, aunque normalmente de modo no consciente, con el pudor, pues tendemos a proteger la parte de nuestro cuerpo que más sentimos expuesta desde el punto de vista de la intimidad, que es precisamente la parte inferior del tronco, la directamente relacionada con la sexualidad. 

Esa es una parte capital de nuestra comunicación corporal. 

Si por el contrario estamos en situación de apertura hacia una persona, sencillamente de apertura, no necesariamente de apertura sexual, tendemos a ofrecer, por ejemplo, la cara interior de la pierna como signo de esa apertura. 

Es decir nos giramos hacia aquel o aquella hacia quien estamos abiertos. 

Es muy interesante fijarse en todos estos movimientos que tienen que ver con el lenguaje corporal y relacionarlos con el tema del pudor que estamos exponiendo. 

Su sencilla observación pone de relieve la centralidad de la sexualidad en nuestro lenguaje corporal, mientras que nos permitimos muchas menos concesiones en este sentido en el lenguaje verbal, o mejor las concesiones en el lenguaje verbal están muy reguladas por la educación social y el consciente.

Las posturas corporales también están reguladas por la educación referente a la expresión social de la sexualidad, especialmente para las mujeres, que reciben toda una educación, que se torna inconsciente con el aprendizaje, de cómo poner las piernas, por ejemplo, al sentarse.

La revolución sexual de los años 60 del siglo XX ha incidido fuertemente en estos aspectos, permitiendo verdaderamente un cambio y un nuevo papel de la mujer en la sociedad, hasta ese momento fuertemente limitado.

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