Cada año, la Sociedad Española de Neurología (SEN) nos recuerda que debemos
seguir unas pautas básicas para cuidarnos durante esta época.
Y es que a
nuestro cerebro le sienta fatal el verano, al menos si vivimos en un país con
altas temperaturas como el nuestro.
El motivo fundamental es que el calor interfiere con la actividad del
hipotálamo, una parte muy importante de nuestro órgano pensante que, entre
otras muchas funciones, se ocupa de regular nuestra temperatura corporal.
Como
es previsible, este efecto tiene a su vez otras consecuencias más o menos
dramáticas, entre ellas que dormimos bastante peor que en invierno.
Además, por encima de los 30⁰ C el impulso nervioso se
ralentiza, provocando cansancio y fatiga.
Como resultado de todo esto podríamos
decir que estamos para el arrastre, no rendimos bien y somos más peligrosos al
volante debido a la somnolencia.
Por otro lado, parece que la estacionalidad afecta más de lo que pensábamos
a nuestro sistema nervioso, como así sugiere un estudio publicado en PNAS a
principios de año, que mostró diferencias en la actividad cerebral de los
participantes en función de la época en la que se tomaban las imágenes de
resonancia magnética.
Peor para los enfermos mentales
Si bien las personas que no sufren ningún problema neurológico sobrellevan
el calor con más o menos dignidad, los que padecen migrañas pueden notar cómo
sus síntomas empeoran, ya que las altas temperaturas y los contrastes térmicos
de los aires acondicionados desencadenan dolores de cabeza.
Si se altera el equilibrio hídrico del cuerpo, la efectividad de los
medicamentos puede disminuir y quienes toman algún tipo de medicación, como por ejemplo pacientes afectados
de epilepsia, deben tomar cantidad suficiente de líquidos para evitar que se
altere el equilibrio hídrico del cuerpo, pues eso a su vez afecta a la cantidad
de fármacos en sangre.
Según indican los expertos de la SEN, durante el verano
es muy frecuente que los pacientes acudan alarmados a su médico alarmados,
pensando que su enfermedad se ha agravado, cuando simplemente es un efecto de
las altas temperaturas.
Recomendación: sentido común
¿Qué hacer para proteger a nuestro cerebro del calor?
Basta seguir las
recomendaciones generales que se dan para el verano:
evitar hacer ejercicio
intenso y estar en la calle en las horas centrales del dia, beber muchos líquidos,
seguir la dieta mediterránea y consumir alimentos con mucha agua, usar ropa
transpirable, etc.
Con un poco de sentido común lograremos evitar que nuestro sistema nervioso
sufra los estragos del verano.
Fuentes: "Repensar el cerebro" (Antonio Rial) y revista PNAS.
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